Vida de San Diego de Alcalá
Fray
Diego de Alcalá fue de los que dieron nuevo esplendor a la figura de los
humildes y sencillos hermanos legos, que en los orígenes de la orden fueron el
gozo y la gloria de san Francisco de Asís.
Nació
en San Nicolás del Puerto (Sevilla), el año 1400, en el seno de una familia
humilde. Sus padres le llamaron Diego por devoción al apóstol Santiago, patrón
de España (Didacus = Iacobus). Por las antiguas hagiografías, mezcla de datos
biográficos y sermones morales y
panegíricos, sabemos que Diego, desde muy joven, llevó vida eremítica y
penitencial junto a la iglesia de su pueblo natal, combinando la oración con la
labranza de un huerto y la confección de pequeños utensilios de uso doméstico.
De ese modo se ganaba la vida y podía ayudar a los pobres. Bajo la dirección de
un viejo ermitaño, hizo progresos en la vida ascética, adquiriendo fama de
santidad en toda la comarca.
Tenía
30 años cuando, habiendo oído hablar de la pobreza y austeridad en que vivían
los franciscanos de la observancia, ingresó en el convento de la Arrizafa, en
la sierra de Córdoba. Siendo analfabeto, profesó como hermano lego y desempeñó
oficios humildes, como el de portero y hortelano, en varios lugares de la
custodia de Sierra Morena.
En
1450 viajó a Roma con fray Alfonso de Castro, paga ganar el jubileo y asistir a
la canonización de san Bernardino de Siena. Debido a la falta de condiciones
higiénicas y a la escasez de recursos, una mortífera epidemia de peste azotó la
ciudad ese año, y postró en cama a la mayoría de los frailes del convento de
Araceli, donde ambos se hospedaban. Heroico fue el comportamiento de Diego, que
se desvivió en cuidados con ellos y con los pobres y enfermos de la ciudad,
procurándoles alimentos y aliviando el sufrimiento de muchos al contacto de sus
manos untadas de aceite de la lámpara de la Virgen.
De
vuelta en España vivió en las casas observantes de Sevilla y la Salceda, antes
de llegar a su destino final, el convento de Santa María de Jesús, de Alcalá de
Henares. Fray Diego ejerció
primero el oficio de hortelano, en un recinto conocido luego como "huerto
de san Diego", hasta que, en razón de su edad, y por parecerles más útil
para la edificación del pueblo, los superiores lo colocaron de portero en el
convento. Fue aquí donde mejor se manifestaron sus dotes de paciencia,
afabilidad, prudencia y caridad, que practicó con todos los bienhechores y
necesitados que acudían a la portería. Se cuenta que el guardián de la casa,
después de recibir quejas de un religioso acerca de la generosidad de Diego, lo
sorprendió con un gran bulto en la falda del hábito, y al interesarse por su
contenido, en vez de panes sólo pudo ver flores. Esta escena es la que más se
repite en su iconografía. Su espíritu de oración y la sabiduría que el Espíritu
infundió en él atraía a los cultos y letrados de la universidad complutense. Su
devoción se movía entre dos polos: la Virgen María y Cristo eucaristía.
Fray
Diego murió en Alcalá el 12 de noviembre de 1463, abrazando un crucifijo y
recitando: "Dulce leño, dulces clavos..." Tenía 63 años. Sus
reliquias se veneran en la iglesia catedral de la ciudad. La gran fama de su
santidad, y los muchos milagros atribuidos a él antes y después de su muerte,
hicieron que la apertura del proceso de canonización no se hiciera esperar. El
mayor impulso lo dio el rey Felipe II, en agradecimiento por la curación de su
hijo Don Carlos. La protección de San Diego sobre la salud de los reyes
españoles se mantuvo hasta época reciente. Fue canonizado por el papa
franciscano conventual Sixto V, el 2 de julio de 1588.
No hay comentarios:
Publicar un comentario